viernes, 19 de octubre de 2012

Dios es atemporal

He llegado a darme cuenta de que Dios se toma Su tiempo para hacer las cosas. Tal vez sea consecuencia de Su naturaleza eterna. Tiene todo el tiempo del mundo. ¿Por qué habría de apurarse?
Dios es un inversionista, no un especulador. Él no compra hoy algo con la intención de venderlo mañana. No cabe duda de que espera que Sus inversiones rindan bastante, pero puede esperar mucho tiempo si es necesario. Él invierte en las personas y por lo visto no le importa el tiempo que tarde una inversión en dar réditos. Por supuesto, algo que  ayuda es el hecho de que Él conoce el futuro.
La historia de José en la Biblia retrata eso muy bien.
De los once primeros hijos de Jacob, José era el predilecto de su padre; pero era también el menor, o sea, el último mono en el negocio familiar al comienzo de nuestra historia.
Resulta que José tuvo dos sueños fantásticos en los que sus hermanos se inclinaban ante él. En una típica reacción de novato ambicioso, el joven José contó sus sueños a sus hermanos. ¿En qué estaría pensando? ¿Qué esperaba que le dijeran: «No pasa na’, hermanito; siéntate a la cabecera de la mesa como presidente de Jacob e Hijos»?
En una reunión secreta del directorio celebrada en ausencia de Jacob —el presidente en funciones—, los hermanos de José lo echaron del mismo y, ni cortos ni perezosos, lo enviaron de esclavo a Egipto1.
Sin embargo, lo que parecía ser el fin de Joselito era apenas el principio de la senda que lo conduciría a la gloria. Es cierto que fue una senda extraña, pero ejemplifica los avatares que tuvieron que soportar muchos grandes personajes, la lenta pero exhaustiva formación que obtuvieron en la Escuela de la Desgracia.
José escaló posiciones en su nueva carrera hasta que llegó a ser jefe de esclavos en la casa de un alto funcionario del faraón. La Biblia no especifica cuánto tiempo le llevó, pero podemos inferir que fueron unos cuantos años. En el ínterin, aprendió a administrar una importante hacienda.
A José le fue bien hasta que la mujer de su jefe se encaprichó con él. El pobre obró con integridad, pero precisamente por eso se ganó un castigo. Lo acusaron falsamente de acoso sexual y lo echaron sin miramientos a la cárcel. Allí se pudrió por muchos años.
A pesar de los pesares, aquello marcó el inicio de su siguiente carrera. El alcaide de la prisión tomó nota de las aptitudes organizativas de José y decidió sacarles provecho, a lo que este accedió más que complacido. Al fin y al cabo, tenía tiempo libre de sobra. A la larga, un presidiario —José— terminó dirigiendo la cárcel. Así y todo, ni eso fue suficiente para sacarlo de allá2. A nosotros no nos cabe ninguna duda de que Dios tenía un designio porque sabemos cómo terminó la cosa; pero eso no quita que para José debió de ser desesperante.
La primera vez que se le presentó una oportunidad de zafarse de aquella situación, el hombre que pudo haber intercedido por él no cumplió lo pactado, y su liberación nunca se materializó3.
Transcurrieron dos años más antes de que se le presentara una nueva oportunidad. Esa vez no la dejó pasar. Sus sueños de grandeza lo habían conducido a aquella situación, y fueron otros sueños los que lo libraron de ella.
El presidente de Egipto Ltda. —el faraón, que también era muy dado a soñar— se enteró de que José tenía fama de visionario. Prestó oído al plan de 14 años que este presentó y lo nombró director general.
Al cabo de siete años de bonanza, el mercado se desplomó; pero para entonces José no solo tenía la empresa bien consolidada, sino que estaba en situación de mantener a flote a toda la población4.
Cuando José se enteró de que Jacob e Hijos estaba por quebrar a causa de la recesión, los convenció de que cerraran su sede en la poco rentable tierra de Canaán y se restablecieran en el extranjero, en la tierra de Gosén, como filial de Egipto Ltda. Tal como lo había visualizado en sus sueños muchos años antes, asumió entonces autoridad sobre sus hermanos. Aquellos desalmados hermanos mayores se prosternaron a sus pies, pero José los perdonó, pues entendió que era por su propio bien y por el bien de ellos que Dios había permitido que pasara por todas aquellas peripecias5.
¿Qué hubiera ocurrido si José hubiera logrado ponerse al frente del negocio familiar desde el comienzo? En el mejor de los casos tal vez habría llegado a monopolizar el comercio de la lana en Canaán. Sin duda jamás se habría encumbrado en las altas esferas como sucedió en Egipto, ni Dios se habría servido de él como lo hizo. Todo ese tiempo Dios estuvo invirtiendo en la vida de José. Sin embargo, tuvieron que pasar años de penurias y fracasos antes que pudiera darle su gran oportunidad. Cuando esta se presentó, José ya tenía la cabeza y la habilidad para aprovecharla al máximo. La inversión de Dios rindió beneficios, y las utilidades se multiplicaron enormemente.
Por eso, si has perdido la esperanza de hacer realidad tus sueños, piensa en esto: Aunque las cosas hayan cambiado mucho desde la época de José, Dios es atemporal.
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