Hoy en día cada vez se escucha menos esa pregunta milenaria. Algunas
personas no se la plantean porque están tan enfrascadas en la
satisfacción de sus deseos y necesidades físicas que no se detienen a
considerar sus necesidades espirituales. Otros la evitan porque tienen
miedo de que la respuesta no sea de su agrado. Otros más no se la
plantean porque no creen que tenga respuesta; su avidez innata de la
verdad se ha visto aplacada por el descreimiento y el relativismo moral
que predominan en las corrientes modernas de pensamiento.
Pero ¿acaso deja de existir la verdad por el hecho de que la gente no
la ansíe ni la reconozca? ¿Acaso Dios y la dimensión espiritual
desaparecen del mapa por el solo hecho de que muchas personas opten por
no creer que existen? ¡Claro que no! La verdad sigue siendo la verdad.
No depende de las personas que crean en ella. Aunque nadie creyera en
ella, seguiría siendo más real y duradera que el mundo que percibes
mediante tus cinco sentidos. Lo que tú consideras realidad no es más que
un tenue reflejo del mundo real. ¡Esa es una gran verdad!La verdad es la realidad espiritual y está al alcance de todo aquel que la desee. Yo di las claves para encontrarla cuando dije: «Yo soy el camino, la verdad y la vida. Si permaneces en Mi Palabra, conocerás la verdad, y la verdad te hará libre. Pide, y se te dará; busca, y hallarás; llama, y se te abrirá»1. Ábreme tu corazón y recibe vida nueva, vida eterna. Permíteme conducirte a toda la verdad. ¡Déjame ponerte en libertad!
Jesús
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