viernes, 19 de octubre de 2012

¡Que es la verdad?

Hoy en día cada vez se escucha menos esa pregunta milenaria. Algunas personas no se la plantean porque están tan enfrascadas en la satisfacción de sus deseos y necesidades físicas que no se detienen a considerar sus necesidades espirituales. Otros la evitan porque tienen miedo de que la respuesta no sea de su agrado. Otros más no se la plantean porque no creen que tenga respuesta; su avidez innata de la verdad se ha visto aplacada por el descreimiento y el relativismo moral que predominan en las corrientes modernas de pensamiento.
Pero ¿acaso deja de existir la verdad por el hecho de que la gente no la ansíe ni la reconozca? ¿Acaso Dios y la dimensión espiritual desaparecen del mapa por el solo hecho de que muchas personas opten por no creer que existen? ¡Claro que no! La verdad sigue siendo la verdad. No depende de las personas que crean en ella. Aunque nadie creyera en ella, seguiría siendo más real y duradera que el mundo que percibes mediante tus cinco sentidos. Lo que tú consideras realidad no es más que un tenue reflejo del mundo real. ¡Esa es una gran verdad!
La verdad es la realidad espiritual y está al alcance de todo aquel que la desee. Yo di las claves para encontrarla cuando dije: «Yo soy el camino, la verdad y la vida. Si permaneces en Mi Palabra, conocerás la verdad, y la verdad te hará libre. Pide, y se te dará; busca, y hallarás; llama, y se te abrirá»1. Ábreme tu corazón y recibe vida nueva, vida eterna. Permíteme conducirte a toda la verdad. ¡Déjame ponerte en libertad!
Jesús

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